Biciescuela Costa Rica: El derecho a pedalear la ciudad

Justicia y sostenabilidad August 20, 2025

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Durante décadas, hemos asociado el aprendizaje con espacios formales, rígidos y, muchas veces, aburridos. Esta visión tradicional reduce el aprendizaje al simple acto de transmitir y recibir información, dejando de lado la experiencia, la emoción y el sentido de comunidad.

Sin embargo, iniciativas innovadoras como la Biciescuela en Costa Rica, están transformando esta narrativa, al combinar la pasión por la bicicleta con procesos de aprendizaje y fortalecimiento comunitario. Esta propuesta invita a reflexionar sobre cómo las distintas formas de opresión atraviesan nuestras vidas y a la vez, promueve un aprendizaje más libre, inclusivo, significativo y placentero.

Para conocer más de la Biciescuela, conversamos con sus cogestoras: Fiorella Barahona y Natalia Tapia. Pero antes, conozcamos un poco la situación del transporte público de Costa Rica y por qué en San José el derecho a la ciudad es todavía una materia pendiente.

Costa Rica: lejos de una movilidad urbana sostenible

Una de las principales desigualdades sociales en Costa Rica es el acceso limitado y deficiente del transporte público. El país enfrenta un serio atraso en materia de planificación urbana y gestión del transporte, lo que impacta directamente en la calidad de vida de miles de personas.

Muchas de las rutas de transporte público fueron diseñadas hace décadas y no se han adaptado a las necesidades actuales de desplazamiento de la población. Esta falta de actualización y modernización provoca que el transporte público no sea una opción viable para gran parte de la población.

Como consecuencia, un número creciente de personas opta por el uso de vehículos privados, lo que agrava problemas como la congestión vial, la contaminación ambiental y la exclusión de quienes no pueden costear un medio de transporte propio.

En San José, la crisis de planificación urbana hace que la población carezca de espacios públicos de ocio y socialización, por lo que es más difícil cultivar y fortalecer el sentido de comunidad. La ciudad no invita a pasar tiempo en ella.

Reapropiación del espacio público a través de la bicicleta

En un contexto donde la infraestructura urbana es poco acogedora para la bicicleta como medio de transporte, proponer su uso es casi un acto pionero. Es una forma de moverse que sensibiliza sobre la necesidad de exigir infraestructura ciclista adecuada, pensada para las necesidades reales de las personas.

La bicicleta abre la puerta a conversaciones sobre el derecho a la ciudad y el uso del espacio público. Nos invita a cuestionar si este debe seguir centrado en los carros o si podemos imaginar formas de vivir y movernos desde un auténtico bienestar.

En San José, gran parte del espacio público está compuesto por carreteras. Más del 80% del área pública corresponde a calles, lo que limita los espacios para el encuentro y el ocio. En este escenario, la bicicleta y el uso de la calle se convierten en herramientas de acceso al ocio gratuito o de bajo costo, frente a una ciudad que muchas veces solo se disfruta a través del consumo.

El derecho al ocio y al espacio público está ligado al derecho a la ciudad. Si la calle es el espacio más disponible, las personas deben apropiarse de ella desde la movilidad activa y el disfrute colectivo.

La Biciescuela como alternativa de movilidad urbana y activismo ciudadano

Como en muchas situaciones de la vida, una conversación espontánea se puede convertir en la semilla con el potencial de hacer germinar una iniciativa transformadora. Eso le sucedió a Fiorella Barahona y Natalia Tapia, cuando en una plática con una amiga de Guadalajara, México, esta les habló de Femibici, la colectiva de la que formaba parte. En la colectiva, las mujeres inicialmente se juntaban solo para cletear y después se propusieron prestar bicicletas a otras mujeres en un parque, para enseñarles a andar en bici.

A Fiorella y Natalia, la historia las inspiró justo en una etapa en la que comenzaban a usar la bicicleta como medio de transporte. Pensaron en lo maravilloso que sería compartir la alegría de andar en bici con otras mujeres y con personas de la disidencia sexual. No solo pedalear juntas, sino también enseñar a quienes aún no saben usarla, y aprovechar esos espacios de encuentro para reflexionar sobre sus vidas y analizar cómo las distintas opresiones les atraviesan. La bicicleta como herramienta de fortalecimiento comunitario y de transformación social.

«Esa visión de comunidad y de red quedó sembrada en el proyecto que hoy tenemos». Fiorella.

Aprendizajes colectivos en el trabajo con mujeres jóvenes

La Biciescuela integra espacios de diálogo y reflexión, en donde niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres mayores hablan sobre cómo las diferentes opresiones atraviesan sus vidas, y cómo juntas pueden fortalecer comunidad y darse acuerpamiento.

Natalia nos cuenta:

Cuando una crece en un cuerpo feminizado y luego va a la universidad, aprende sobre perspectiva de género, desigualdades y la inequidad que existe, específicamente en Latinoamérica. También se desarrolla una intuición, alimentada por las vivencias propias y ajenas. Sin embargo, al dar talleres y ver la diversidad de mujeres que llegan desde distintos contextos, se empieza a notar que, aunque cada una tiene su singularidad, hay patrones que se repiten: como la falta de acceso a oportunidades para aprender a manejar una bicicleta o, en general, cualquier vehículo.

Se percibe una diferencia en cómo sentimos más miedo de golpearnos o de realizar ciertas actividades, en contraste con los chicos. La forma en que nos movemos y enfrentamos ciertas violencias en el espacio público, revela cómo se nos intenta excluir sistemáticamente. Y es ahí donde, en colectivo, buscamos estrategias para navegar la ciudad de forma defensiva, siempre alertas ante posibles riesgos.

Compartir estas vivencias no solo abre los ojos y la sensibilidad, sino que también permite conectar con otras personas y admirar las singularidades de cada una.

El cambio que viven las mujeres mayores en la Biciescuela

Fiorella: Cuando una persona logra comenzar a andar en bici surge en ella un estado de suma alegría. Es un momento hermoso y de mucha magia, ver la transición de una persona que inicialmente llegó pensando: “no puedo porque ya tengo 60 años”, “no puedo porque una vez me caí y ya nunca pude”, y luego mirar cómo superó el miedo.

Natalia: Hay algo muy bonito en ese momento de realización y sorpresa. Muchas de las personas que asisten a nuestros talleres son señoras bien mayores y verlas cómo describen que no creían que podían pedalear y ver sus ojitos, sus sonrisas y comentarios como “qué rico el viento”, es bonito ver cómo una persona sabe que su cuerpo también puede ser una herramienta para el juego y para moverse.

Promoción de una cultura ciclista inclusiva

Fiorella: Al ser nosotras mismas mujeres lesbianas, bisexuales o que nos identificamos como personas de la disidencia, genera resonancia en personas que puedan sentir cierta identificación. Sin embargo, también ha sido bonito abrirnos a recibir a hombres cis al espacio.

Es interesante porque no son nuestro público meta, pero la bicicleta al final nos convoca y es como esa excusa para compartir ideas, pensamientos y reflexiones que hacemos desde nuestro lugar en el mundo, y compartirlo con transparencia porque es algo que nos cruza.

Considero importante que las comunidades tengamos esos espacios de encuentro, pero también hay algo enriquecedor en poder abrirnos a compartir esas perspectivas con las personas en general y sentir cierta confianza en el lugar que habitamos en el mundo.

Natalia: En mi caso, años atrás, el deseo de estar sólo en espacios exclusivos venía de cierta inseguridad frente a personas que yo sentía que no iban a ser respetuosas de mi identidad o de mi forma de vivir, y más bien hoy siento lo contrario, desde esa seguridad, pudimos ampliar la perspectiva a quienes se quieran sumar, siendo muy explícitas de que nuestra intención final que es abrir el espacio para mujeres.

Otro factor importante es el trabajo en colectivo que hacemos con otras colectivas. No es lo mismo hacer una convocatoria abierta por medio de redes sociales, que convocar por medio de colectivas feministas, colectivas LGBT y acercarnos a personas que ya tejieron su red de gente que les gravita y que confían en su trabajo, y nosotras también hacer red con esas personas que ya han acompañado a mujeres, disidencias y otros grupos para los cuales tal vez navegar la ciudad no es tan amigable como ser un hombre cis heterosexual.

Procesos educativos con perspectiva situada

Los procesos educativos de la Biciescuela parten de una perspectiva situada: desde cómo las personas se perciben en el mundo y desde el derecho a una vida plena. Reconociendo que no todas han tenido históricamente las mismas oportunidades, el proyecto busca convocar especialmente a quienes han sido excluidas de espacios de aprendizaje y movilidad.

Al llegar a comunidades con las bicicletas, el contraste es evidente. Los niños suelen acercarse con confianza y entusiasmo, mientras que muchas niñas lo hacen con inseguridad y reserva. Esta diferencia revela cómo el acceso al aprendizaje de la bicicleta está atravesado por desigualdades de género desde edades tempranas.

Cuando se hacen los talleres, desde el primer encuentro se invita a cada participante a compartir su experiencia con la bicicleta. A través de estas historias, emergen patrones comunes: contextos que han negado la posibilidad de aprender, de conectar con el cuerpo y de moverse con libertad.

La propuesta pedagógica se basa en el respeto por los ritmos individuales, promoviendo la compasión, la escucha propia y la amabilidad. Se cultiva un ambiente donde no hay presión por rendir, sino colaboración, paciencia y confianza en el proceso. La comparación, la competencia y el juicio no son bienvenidos.

El proyecto también se vincula con el activismo colectivo. Participar en cleteadas por los derechos LGBT+, por el 8M y otras causas sociales, posiciona políticamente a la Biciescuela. Muchas personas se acercan atraídas por el acto de pedalear y encuentran en ese gesto cotidiano una puerta hacia la reflexión, la comunidad y la transformación social.

Si pudieran soñar sin límites…

«Para mí el sueño es que las personas perdamos el miedo a lo desconocido; donde la reapropiación del espacio público nunca signifique la exclusión de las personas habitantes de la calle, de las personas trabajadoras sexuales; donde dejemos de sentir miedo de esas diferencias y podamos entender que en este mundo hay espacio para todas, todos, todes y merecemos vivir vidas plenas, moviéndonos en ciudades donde el aire esté limpio». Fiorella.

Sueño «con un lugar donde ninguna infraestructura, ningún diseño sea excluyente. Que no excluya a ningún tipo de cuerpo, ni a ninguna forma de transportarse en el mundo». Natalia.

Llamado a la acción

  • ¿Estás en San José o de paso por la ciudad?
  • ¿Te interesa conectar con otras personas y explorar formas sostenibles de moverte por la ciudad?
  • ¿Quieres ser parte de una iniciativa que promueve la educación ciclista, la inclusión y la reapropiación del espacio público?

Conecta con la Biciescuela: una propuesta de movilidad urbana con enfoque comunitario y feminista.

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Agradecemos a la Biciescuela por facilitarnos las fotografías que se utilizaron para acompañar este artículo.

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