
¿Alguna vez imaginaste que el arte del bordado también puede ser una estrategia de sanación emocional, memoria colectiva y resistencia feminista? El bordado feminista emerge en Centroamérica desde las fisuras del asfalto como una flor, convirtiéndose en una herramienta para reconectar con la dignidad y el encuentro colectivo.
Fundada en 2021, la Colectiva Abordarme surge con la finalidad de fortalecer la salud emocional de mujeres y diversidades, utilizando el bordado como lenguaje sanador y transformador. Sus prácticas se enmarcan en procesos comunitarios, desde el cuerpo-territorio.
A través del taller “Abordando mi cuerpo territorio”, la Colectiva Abordarme impulsa una experiencia creativa y reflexiva que articula cuidado, cuerpo y territorio desde una perspectiva feminista interseccional.
El taller surge como respuesta creativa y sanadora, y propone un espacio seguro para que las mujeres y las diversidades reconozcan sus cuerpos como territorios políticos. Desde la mirada de Abordarme, sanar el cuerpo es también sanar el territorio. Nombrar el dolor significa desarticular la violencia que opera sobre lo íntimo.
En el taller, las participantes exploran el vínculo entre cuerpo, emociones y territorio. Las dinámicas incluyen escritura reflexiva, meditación sensorial, ejercicios de dibujo, bordado libre y creación de piezas textiles que articulan narrativas visuales con una carga simbólica profunda.
Algunas prácticas destacadas son:
Transferencia de fotografía personal a tela: Un ejercicio íntimo que conecta a cada mujer con las memorias alojadas en su cuerpo. Trabajar con la propia imagen permite resignificarla desde el afecto, la conciencia y el cuidado.
Preguntas emocionales activadoras, como: “¿Qué emociones habitan mi cuerpo?” “¿Cómo se ven esas emociones?” “¿Qué las detonan?” Estas preguntas permiten abrir el espacio interno necesario para el trabajo creativo.
Creación de una figura humana colectiva sobre una manta: Este mapa simbólico identifica zonas del cuerpo marcadas por la violencia y da lugar a un collage textil compartido.
Además, el taller incorpora meditaciones guiadas que facilitan la introspección y el diálogo grupal como herramienta narrativa colectiva. Este enfoque sensitivo permite que las participantes se reconozcan mutuamente, compartan experiencias vividas y tejan redes de apoyo desde lo afectivo.
Generar espacios seguros entre mujeres y personas de identidades diversas, es fundamental para que surja la palabra, se habite el afecto y se promueva el reconocimiento mutuo.
Durante el proceso las personas participantes identifican y nombran las violencias que han vivido a lo largo de sus vidas, a nivel emocional, sexual, económico y demás, por lo que, bordar sobre esas experiencias transforma las telas en superficies de catarsis y sanación, devolviéndole dignidad a lo vivido.
Crear espacios donde se pueda hablar sin ser juzgadas, sentir con libertad y sanar colectivamente, es una forma radical de resistencia.
Cuando las mujeres y las personas de las disidencias sexuales se reúnen en confianza, pueden construir comunidad, crear redes de apoyo y resignificar sus trayectorias desde la ternura, el arte, la palabra y la escucha. Este proceso devuelve la voz y la mirada entre ellas y elles. Las participantes se fortalecen y se reconocen como personas con derecho a habitar el mundo desde la dignidad.
El concepto de cuerpo-territorio se convierte en el eje metodológico del taller. Las y les participantes comprenden que el cuerpo no es un espacio aislado, sino profundamente marcado por condiciones de clase, identidad, geografía, contextos y afectividades.
El bordado permite:
Esta práctica ancestral funciona como un lenguaje silencioso y muy poderoso. Con aguja e hilo no solo se borda ropa, sino también emociones, afectos, duelos y esperanzas. Así, el bordado feminista se convierte en una estrategia de resistencia visual que narra aquello que a veces cuesta nombrar.
Al bordar, se activan imágenes de infancia, vínculos familiares y momentos que dejaron huella en el cuerpo. Estas memorias se reconstruyen y resignifican desde lo visual y lo manual. Bordamos lo que nos atraviesa: los límites impuestos, los miedos compartidos, los paisajes habitados y las luchas sostenidas.
Cuando el taller propone bordar sobre una fotografía personal, se abre un diálogo entre pasado y presente, entre cuerpo, mundo y territorio. El bordado se convierte en acto de afirmación: esto soy, esto viví, esto me afecta, esto decido transformar.
“Abordando mi cuerpo territorio” es más que un taller: es una práctica encarnada de resistencia feminista comunitaria, una afirmación desde lo íntimo y una herramienta de transformación colectiva.
Para la Colectiva Abordarme, el proceso ha generado aprendizajes organizativos clave: flexibilidad metodológica, centralidad del cuidado, articulación con otras colectivas y fortalecimiento de redes feministas.
Estas estrategias permiten construir territorios afectivos donde la vida se afirma, la memoria se recupera, y la resistencia se borda con cada puntada. El bordado feminista nos recuerda que la ternura también es política y que el cuerpo-territorio es archivo vivo de transformación.
Desde FCAM Foundation, visibilizamos esta experiencia como ejemplo de cómo el arte, el autocuidado feminista y la organización comunitaria pueden transformar vidas. Sanar el cuerpo y tejer redes son acciones profundamente radicales que sostienen los movimientos por la justicia en Centroamérica.
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