En 2016, Johana, una profesora de secundaria que trabajaba en una comunidad al sur de México, vivió una experiencia que marcó su vida para siempre. Luego de tres años de haber terminado una relación violenta, su exnovio vendió fotos íntimas y datos personales de ella a una red criminal que las ofertaba al mejor postor por Facebook. De pronto, su privacidad quedó expuesta: centenares de mensajes obscenos y acosadores la hicieron sentir como un objeto, atrapada en una pesadilla que no entendía.
Desesperada, buscó apoyo en su familia, quienes la sostuvieron con amor y comprensión. Aunque pagaron para retirar el contenido, la tranquilidad no volvió: las imágenes ya habían sido descargadas y la violencia digital se multiplicó. Cuando acudió a la fiscalía, lejos de encontrar justicia, recibió burlas y culpabilización.
El impacto emocional fue devastador: ataques de ansiedad, aislamiento, pensamientos suicidas y una presión social (de personas conocidas y desconocidas) que la señalaban sin piedad. Sin embargo, Johana encontró fuerza en su red de apoyo y aprendió que el amor verdadero no vulnera y que la violencia de género digital es una agresión que se revive cada vez que alguien menciona o comparte el hecho.

Podríamos pensar que la violencia de género digital es algo nuevo, pero no es así. La violencia de género es la base de este tipo de violencia y como tal, es oportunista, es decir, aprovecha todos los espacios de interacción humana para manifestarse, extenderse, arraigarse y perpetuarse, y lo digital no podía quedarse afuera.
Dicho esto, la violencia de género digital es toda forma de acoso, discriminación, explotación, abuso y agresión contra mujeres, niñas, personas trans y no binarias, en los entornos digitales. Las agresiones pueden darse a través de diferentes vías: mensajes de texto, correos electrónicos, aplicaciones móviles, redes sociales, grupos de chats, foros, etc.
Su propósito es causar daños físicos, psicológicos, emocionales, económicos, morales y sexuales, afectando a las personas agredidas, tanto en los espacios públicos como privados e incluso generando afectaciones directas al entorno íntimo (la familia).
Este tipo de violencia no afecta de la misma manera ni con la misma intensidad a todas las personas, dependerá de las violencias que las intersectan. Por ejemplo: a una mujer trans, negra, activista y con algún tipo de discapacidad, le atraviesan opresiones y violencias que no vive una mujer con una realidad completamente distinta. Estas opresiones y violencias también se trasladan a lo digital.
Por lo tanto, es fundamental evitar las generalizaciones y los simplismos ante la violencia de género digital, y contextualizar el análisis, a partir de las desigualdades de poder, las realidades situadas y la discriminación estructural.

Como pudimos conocer en la historia de Johana, en vez de encontrar apoyo cuando buscó justicia, lo que vivió fue más violencia. Ella cuenta:
En la fiscalía “el proceso fue de lo más revictimizante, muy doloroso. Ahí empezó el calvario… Yo nunca había puesto una denuncia y pensé que iba a ser muy liviana y no lo fue. Para empezar, me sentaron frente a 10 personas que se reían (sabían la razón por la que estaba ahí) y me empezaron a preguntar: ¿Por qué vienes a denunciar? ¿Esa persona que tú estás diciendo que las difundió, era tu ex novio? Les dije que sí, que fuimos pareja por 5 años y que incluso llegamos a pensar en casarnos…
Les dije que yo dejé esa relación porque había vivido muchas violencias (incluyendo agresión sexual), y lo que me dijeron fue: ¿por qué no lo denunciaste en el momento? Si lo hubieras denunciado, a lo mejor ahorita eso tendría peso, pero no lo hiciste… Al final de todo lo que me preguntaron, me dijeron: la verdad es que no podemos hacer nada, porque, para empezar, era tu pareja y fue algo en lo que tú estabas de acuerdo y no hay delito que perseguir. En lo que hubieras pensado es en las consecuencias que eso iba a traerte… Lo que hice fue salir y llorar con mi mamá…
A falta de pruebas en el proceso legal, cerraron la carpeta. ¿Por qué no seguí? Es un gasto grande en abogados y no teníamos todo ese dinero, cada vez que iba me miraban riéndose (la mayoría eran hombres) y era como muy difícil estar yendo a espacios donde se supone que nos iban a hacer justicia y no sentíamos eso”.
Esta es una muestra de violencia estructural y de cómo la violencia de género, y, sobre todo, la violencia de género digital, es minimizada al considerarla “de menor gravedad”, porque sucede en el entorno digital.
Pese al incremento de la violencia sexual y de género, los marcos legales en la actualidad tienen muchas carencias, vacíos y debilidades para afrontar las amenazas digitales, dejando en mayor vulnerabilidad a las personas sobrevivientes. La organización global Witness, destaca las principales deficiencias en los marcos internacionales de derechos humanos:
- “Aunque los tratados internacionales de derechos humanos abordan la violencia de género en sentido amplio, no tienen en cuenta las dimensiones digitales de los abusos, incluidas las amenazas impulsadas por la inteligencia artificial, ni el impacto desproporcionado de la violencia sexual y de género en los grupos marginados”.
- Faltan normas y mecanismos mundiales aplicables para exigir responsabilidades a las compañías de redes sociales y a las personas desarrolladoras de inteligencia artificial, en respuesta a la violencia sexual y de género.
- La naturaleza transfronteriza del abuso en línea complica la aplicación de la ley y la protección de las personas sobrevivientes, lo que requiere una mayor cooperación internacional.

“La frase que más eco me ha dejado es una que Olimpia Coral Melo menciona mucho: Lo que no se nombra no existe. Me identifico con eso porque en todo el proceso que viví, no podía nombrarlo y al no poder hacerlo, porque ni siquiera sabía identificar esta violencia ni cómo se llamaba, era aún más difícil para mí”. Johana
Lo que menciona Johana es clave: Cuando no sabemos reconocer la violencia ni sus formas de manifestarse, se vuelve más difícil actuar, encontrar ayuda y exigir justicia. Es por eso que queremos compartirte una lista con algunas de las formas más frecuentes de violencia de género digital. Este listado lo retomamos de “16 días de activismo” (UNFPA), Navegando Libres por la Red y de la “Guía contra la violencia de género en línea” (AMARANTA).

“En algún momento era tanta la presión social, que pensé en el suicidio. Yo dije: no quiero existir, no quiero este cuerpo, no quiero esta cara, no quiero ser yo. Quisiera no existir para que este dolor no siga, porque no sólo soy yo, también es mi familia, les causé vergüenza, aunque ellos no me lo digan. Afortunadamente sólo fue una vez que lo llegué a pensar. Si no fuera por la red de apoyo que tenía, era algo que hubiera podido hacer. El amor de mi familia, de mi novio, de mis amigas, me salvó”. Johana
Para una persona que ha sufrido y sobrevivido a la violencia de género digital, no hay ninguna diferencia entre el mundo material (la realidad de carne y hueso) y el mundo digital (la realidad virtual). Las consecuencias son dolorosamente reales: miedo, pánico, ansiedad, depresión, trastornos de estrés post traumático, desconexión con su propio cuerpo, aislamiento, vergüenza, culpa.
La línea divisoria entre la realidad afuera y adentro de los entornos digitales, es cada vez más delgada, hasta el punto de ser invisible. Por ejemplo, si has migrado a otro país ¿es acaso irreal la comunicación y las rutinas que estableces con tus seres queridos a través de WhatsApp, Signal u otra plataforma? ¿Es acaso menos real un centro de trabajo que funciona de manera 100% virtual con respecto a uno que es 100% presencial? ¿Son acaso menos reales las relaciones de parejas transnacionales con respecto a aquellas que conviven físicamente todo el tiempo? ¡Lo digital es real!

Visita lodigitalesreal.org
En este espacio encontrarás recursos y ayuda para enfrentar este tipo de violencia.
“Si me hubieran preguntado en ese entonces, si me podía ver en el futuro como hoy me veo, hubiera dicho que no iba a lograr todo lo que hoy he logrado y que no iba a ser la mujer que hoy soy. Hoy me veo como una mujer fuerte. Incluso, me pregunto a mí misma, de dónde saqué tanta fuerza y perseverancia para salir adelante”. Johana
Nota:
Johana brindó su testimonio al Fondo Semillas en el marco de la campaña “Lo digital es real”, desarrollada y promovida por la Alianza de Fondos de Mujeres y Feministas de América Latina y el Caribe.
La Alianza está integrada por:
Reacción de Johana con la difusión de su historia en el marco de la campaña Lo digital es real, en la semana del 25 de noviembre:
