Reflexiones feministas sobre la sostenibilidad de los movimientos sociales en Centroamérica

Ecosistema Filantrópico October 16, 2025

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Por: Miriam Alejandra, coordinadora de programas FCAM Foundation

En Centroamérica, hablar de sostenibilidad es hablar de persistencia, regeneración y creatividad política.

No es un concepto técnico ni neutral: es una palabra que atraviesa los cuerpos, las memorias y las formas colectivas de sostener dignamente la vida en medio de la incertidumbre y el riesgo.

Desde el Fondo Centroamericano de Mujeres (FCAM Foundation), entendemos la sostenibilidad como una continuidad política y afectiva: como la capacidad de que los movimientos se reinventen y sigan acuerpándose, incluso cuando los contextos conspiran para que desaparezcan.

Durante más de dos décadas, hemos apostado por un modelo de apoyo directo, flexible y multianual, sostenido en la confianza, el acompañamiento y la comprensión profunda de las realidades que habitan los territorios.

Este modelo no busca solo financiar proyectos, sino financiar las condiciones que hacen posible la acción colectiva: el tiempo, la energía, el descanso, la salud mental, los cuidados, las redes y la reflexión política que permiten que la vida se sostenga y florezca.

En el marco del Central America Donor Forum (CADF 2025), impulsado por la Seattle International Foundation, compartí el panel Nuevas perspectivas para afrontar el contexto de financiación de la sociedad civil”, junto a personas profundamente comprometidas con la región: 

  • Mariana (Luis Vonh Ann Foundation)
  • Arturo (Rockefeller Brothers Foundation)
  • Norma (El Directorio Guatemala) 
  • Pontus Rosemberg (Embajador de Suecia en Guatemala)

Fue un espacio valioso para pensar sobre el presente y el futuro del financiamiento.

A partir de ese diálogo, quiero compartir algunas reflexiones desde FCAM Foundation sobre lo que significa hoy hablar de sostenibilidad en Centroamérica: no como una meta administrativa, sino como una apuesta política para sostener la vida, la esperanza y la acción colectiva.

Financiar condiciones de posibilidad

La sostenibilidad no se mide en informes, indicadores o balances financieros. Se encarna. Se expresa en los cuerpos, en los vínculos y en la capacidad colectiva de persistir.

En Centroamérica, los grupos emergentes y de base sostienen sus activismos en condiciones de precariedad estructural:

  • Voluntariado constante.
  • Alta rotación.
  • Jornadas infinitas.
  • Agotamiento acumulado de sostener sin sostén.

Por eso, desde el FCAM Foundation insistimos: financiar los costos básicos y los cuidados es un acto político.

Cubrir el transporte, la alimentación, el tiempo de coordinación, el cuidado de las niñeces para garantizar la participación plena de las personas cuidadoras, el acceso a internet o telefonía, los estipendios y los salarios, no son gastos administrativos, sino la infraestructura mínima de la sostenibilidad.

Son las condiciones materiales que hacen posible que los movimientos sigan existiendo, pensando, creando y acompañando.

Hemos aprendido que existe una distancia inmensa entre “hacer una actividad” y “sostener una comunidad política”.

Las actividades pueden terminar. Las comunidades —cuando se acompañan con recursos, confianza y cuidado— trascienden los ciclos de proyecto y se convierten en territorios de transformación.

No podemos esperar cambios estructurales si lo urgente sigue siendo sobrevivir.

Financiar condiciones de posibilidad (y no solo resultados medibles) es apostar por un horizonte donde la vida, los afectos y la justicia puedan seguir teniendo lugar.

La confianza como práctica política

El acompañamiento feminista no es solo un método, es una ética. Acompañar implica reconocer que los grupos y colectivas del territorio ya están haciendo política transformadora, incluso cuando sus estructuras no encajan en los moldes de la cooperación tradicional.

Exigir personería jurídica, softwares contables o jerarquías formales, excluye a quienes inventan formas nuevas de resistencia. Por eso, los fondos flexibles y las rendiciones de cuentas proporcionales a las capacidades de los grupos no debilitan la transparencia, sino que la democratizan.

Creemos que la sostenibilidad nace de la confianza. De sabernos en un tejido donde la rendición de cuentas se da en vínculos, en coherencia, en reciprocidad.

Cuando el financiamiento se convierte en un espacio de cuidado mutuo, deja de ser una transacción y se vuelve relación. “Flexibilidad no significa falta de transparencia: significa confiar y cuidar”.

El tiempo es poderoso

El apoyo multianual es una de las formas más concretas de redistribuir poder. Contribuye al bien más escaso para los movimientos: tiempo político.

Tiempo para conocernos, identificar objetivos y luchas comunes; consolidar liderazgos, sostener comunidades, tejer alianzas, cuidar los vínculos y no vivir en la urgencia permanente de la convocatoria o el informe.

En contextos de represión, ese tiempo es también protección. Permite respirar, reorganizarse, tomar decisiones desde la calma y no desde la supervivencia.

La sostenibilidad no es solo resistir: es poder planificar el futuro cuando el presente parece imposible.

Sostenibilidad como práctica encarnada

En una investigación reciente del FCAM con mujeres, personas trans y no binarias menores de 30 años en la región, encontramos una verdad transversal: la sostenibilidad no se decreta, se encarna.

En la región, las distintas expresiones de la sostenibilidad adoptan rostros y significados diversos: 

  • Para las jóvenes feministas, sostenibilidad significa algo tan básico y urgente como poder reunirse sin miedo, en un entorno donde la organización puede implicar riesgo. 
  • Para las colectivas garífunas, se traduce en cuidarse mutuamente y fortalecer las medidas de seguridad antes de salir a una marcha, conscientes de que su defensa del territorio y la vida las expone cotidianamente a amenazas.
  • Las jóvenes indígenas la reconocen cuando hay memoria histórica, cuando sus comunidades escuchan su voz, incluso sin contar con personería jurídica o financiamiento, porque ser escuchadas ya es una forma de existir políticamente.

Mientras tanto, donde la vida cotidiana es costosa y el activismo suele implicar renuncias personales, la sostenibilidad se entiende como tener lo mínimo necesario para que la militancia no sea una carga más sobre los cuerpos y los tiempos.

Así, la sostenibilidad no es una categoría homogénea ni una fórmula universal. Es una experiencia encarnada que se adapta a los contextos, a las urgencias y a las posibilidades de cada territorio, y que, en todos los casos, nombra el esfuerzo colectivo por mantener viva la acción política sin dejar de cuidar la vida.

La sostenibilidad se convierte en una experiencia política y afectiva: seguir acuerpándose, sanando juntas, reconstruyéndose una y otra vez. No es solo durar, es mantener viva la esperanza colectiva de un mundo distinto.

Creatividad para la re existencia y regeneración

En un contexto donde la represión y la precariedad conviven, las formas de financiamiento deben ser tan creativas como las luchas que acompañan.

En FCAM Foundation hablamos de una sostenibilidad que es simultáneamente financiera, política y emocional.

  • Financiera, porque sin recursos no hay autonomía ni capacidad de acción. Los apoyos multianuales y flexibles permiten planificar, adaptarse y responder con agilidad.
  • Política, porque los recursos deben seguir las agendas de los movimientos, no al revés. Financiar es también reconocer poder y redistribuirlo.
  • Emocional y física, porque cuidar los cuerpos y vínculos es sostener los movimientos mismos. No hay incidencia sin bienestar.

La sostenibilidad requiere memoria para el aprendizaje y la convicción, y creatividad, para crear nuevas formas de navegar en contextos complejos.

Para esto, las colectivas necesitan de fondos que cubran transporte, cuidados, traducción, pausas, tiempo para respirar y sanar. 

El cuidado no es un lujo, es infraestructura política.

Tejer sostenibilidad en comunidad

El futuro no se construye en soledad. En un momento histórico donde incluso fundaciones privadas y agencias bilaterales enfrentan presiones, censura y vigilancia, queda claro que la tendencia antiderechos atraviesa todo el ecosistema global.

Ya no se trata únicamente de proteger a quienes defienden derechos en el Sur: se trata de reimaginar cómo colaboramos para preservar la dignidad y la acción colectiva en un mundo que busca fragmentarnos.

Por eso, desde el FCAM Foundation afirmamos con convicción: el futuro de la cooperación está en la interdependencia. 

No en la competencia, sino en la capacidad de actuar como un cuerpo articulado, que comparte riesgos, cuidados y responsabilidad política.

Fondos locales, fundaciones internacionales y donantes bilaterales debemos reconocernos como parte de un mismo entramado de justicia, donde la confianza y la coherencia son los verdaderos recursos comunes.

Fondos como el FCAM Foundation, somos un puente entre los recursos y las comunidades, transformando el financiamiento en acompañamiento, aprendizaje y poder colectivo. 

Nuestra tarea ha sido navegar estructuras burocráticas y marcos legales restrictivos para que las copartes puedan continuar impulsando sus luchas, ampliando derechos y manteniendo vivos los procesos organizativos que sostienen el cambio social.

No es necesario inventar nuevas fórmulas. Los pueblos ya nos han enseñado durante siglos cómo resistir, cuidarse y reconstruirse frente a la adversidad. 

Lo urgente es aprender de esas prácticas comunitarias y adaptarlas dentro de los marcos institucionales que habitamos: prácticas de apoyo mutuo, de contención, de acuerpamiento político que dan sentido a la cooperación feminista.

Este es, hoy, el desafío ético y político más profundo para quienes financiamos: acompañar sin dirigir, compartir sin dominar y cuidar sin control.

Porque el futuro de la sociedad civil no está en donantes que operan en aislamiento, sino en un ecosistema vivo, interdependiente y comprometido con la justicia, capaz de crear continuidad y esperanza incluso en los contextos más inciertos.

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